Inventada por ti

Es el roce 
con la que me dice quien soy
la que me cuenta versos,
que mirándote a los ojos
gestionaran mis manos.

No puedo escribir
sobre una hoja que
siempre esté llorando.
Pero puedo navegar
por un lago sin agua.

Por un mar no.
Allí preciso de un fragmento
que consiga dibujar,
Y a ti, contando plumas.

Y mientras observo a una luna de mentira,
inventada por ti
en tanto escribo este poema,
vuelvo mis ojos hacia dentro
les doy la vuelta con mentiras piadosas,
para ver algo intangible.

Pero ellos solo se volverán
a dar una vuelta improbable
a partir de verdades.

Para ver lo absurdo,
prefieren quedarse con lunas inventadas
por un corazón que a veces,
anda a la pata coja jugando a la rayuela.

Y el sol,
me cuenta que cansado del y tú más,
no quiere salir,
que más de lo mismo no.

Y yo,
le pido que bastante tengo con
una luna que alguien ha dibujado,
mientras lee un poema que siempre pretende serlo,
y solo el que lo lee decide si lo es.

Que por favor salga,
que al menos lo haga para ti.

Que yo,
siempre podré dibujarlo en una hoja de papel.
En un descanso,
mientras juego a la rayuela.

Y fuimos uno

Nos llegamos
a partir de sensaciones
que nunca habíamos percibido.
Nadie nos dijo que existían
porque se gestaron a partir de nosotros. 

Donde el amor
nos miraba desde la esquina
de no me lo van a contar,
donde todo se siente,
con el afán de aprender.

En tanto, los que no somos
llegaban al éxtasis a partir
de besos, sexo y rock and roll,
tú y yo regresamos allí 
donde no nos podíamos ver,
donde no nos podíamos tocar,
donde te puedes sentir
y respirar a la vez.
Donde fuimos uno.

Y todo esto,
mientras los que no somos,
habían terminado su canción.
Y nos miraban.
Pero aun estando allí,
estábamos
tan lejos,
como un latido no dado
lo está de la vida.

Los que no somos
se miraron en silencio.
Se acariciaron.
Se besaron.
Yacieron abrazados 
mientras nosotros
regresábamos 
a su estado de consciencia.

Y fuimos uno.

Mis manos buscan las tuyas

Fue en el territorio de las verdades,
allí,
las mentiras vagan sin rumbo
y nosotros nos alimentamos de besos al corazón,
caricias de las que no consigo escribir
y sexo en los tiempos muertos,
donde unos dedos
que siempre desearon más,
al llegar a la cueva de los recuerdos
regresaron con sensaciones mutuas
con sensaciones que hablarán con nosotros.

De las que nos alimentaremos,
porque no solo de pan vive el hombre.

Volveremos a navegar
y atravesaremos tempestades 
de las que no precisaban barco
para estar a flote.

Unas yemas de unos dedos
que en ningún caso agacharon la cabeza,
y unas manos
que nos elevaron 
a donde miran las flores cuando quieren sonreír.

Y desde entonces te veo mirar al sol,
y tus manos,
no sabes donde meterlas.

Y mis manos,
solo buscan las tuyas.

Y es cuando nos quitamos un pijama,
que tú y yo, 
nunca hemos precisado.

Y ahora son tus manos las que buscan las mías.
Y caricias prometedoras
en el callejón de las sensaciones prematuras,
el callejón de las sonrisas,
que anteceden a lo relevante,
me dicen con una copa de vino 
que siempre cumplen.

Mientras tu mirada
no hace más que decirme
que vaya a la cueva de los recuerdos.

En mi soledad





Me agarré a lo único
que tenía a mano. 
Una pluma y mi soledad. 
Y me puse a escribir 
delante de una taza de café
que no se acababa nunca. 

Mientras pasaban días, años,... 
Y la vida vino a mí. 
Una sensación incorporada a mi voluntad. 

Y a partir de formas inconexas,
regresé a una taza de café 
que hacía dos minutos había acabado. 

Desde donde no me había movido, 
y mi cuerpo yacía inmóvil, 
pude llegar al final de este poema. 
Justo en el instante en que otro
aparecía hablándote a ti,
mientras el deterioro 
de lo absurdo, se hace presente. 

Y aun tú,
estando en otro estado 
de consciencia, 
provocado por sensaciones
que mañana guardarás en una probeta, 
en la de los por si acaso, 
yo guardaré las ondas de luz
que proceden de tu mirada
cada vez que me lees. 

Estacionadas en una hoja, 
que ahora no dice nada,
en la probeta de los versos 
que ya empecé a escribir. 

Iremos a contar las estrellas

Siempre tan cerca
y tan lejos de ti,
quizás sea yo el que me muevo,
donde nuestra calma
nunca llegó a un acuerdo.

Quizás yo, el que siempre
sale movido en la foto,
tenga que girar un grado mi perspectiva.
Girar un grado más,
girar un grado menos,
sería otra historia,
otro poema,
otro luego lo escribo.

Otro momento que describir.
Pero desde luego,
no sería este.

Así, 
girada mi percepción,
mientras caos
pide perdón 
al que tanto le ha querido,
puedo observar tu mejor perfil,
el del corazón.
El que nunca se ha movido.

He tenido la suerte
de girarme en el sentido correcto,
y sincronizar mi posición
con el que da vida a la conciencia.
Ahora,
al igual que tú,
puedo ver como dan de cal a las paredes,
él lo agradece y me sonríe.
Y la niebla estrecha la carretera.
Necesita descansar, y que valoremos su sonrisa.

Y ahora,
junto con él y la luna,
nos iremos a contar las estrellas.
He oído, que hay una que no podía brillar.
Alguien debería decir a las estrellas
que su misión no es brillar.
Que su misión es ser.
Que su misión es vivir.
Que brillar en la oscuridad,
eso lo hace cualquiera.